domingo, 13 de marzo de 2011

REINA LILITH, LA PRIMERA COMPAÑERA DE ADAN.

Yo, Lilith, fui la primera mujer de Adan.

Eva no existía todavía en el sexto día de la Creación. Entonces Yahvéh había dispuesto que Adán diese nombre a todas las bestias, aves y otros seres vivientes. Cuando desfilaron ante él en parejas, macho y hembra, Adán —que ya era un hombre de veinte años— sintió celos de su amor, y aunque copuló con cada hembra por turnos, no encontró satisfacción en el acto. Por ello exclamó: «¡Todas las criaturas tienen la pareja apropiada, menos yo!», y rogó al Dios que remediara esa injusticia.

Yahvéh me formó entonces a mí, Lilit, la primera mujer, del mismo modo que había formado a Adán.



Yo, Lilith, fui hecha con arcilla, igual que él. Soy hermosa y libre. No obedecí la orden de sumisión que me impusieron; pensaba que yo era igual a mi marido, que tenía los mismo derechos que él porque habíamos sido creados con el mismo barro, no me sentía inferior, ni débil, ni dependiente. Era una mujer íntegra y como tal quería gozar, al igual que Adán, de la vida y de todo lo que ésta implicaba, incluidos la sexualidad y el erotismo.

Núnca hallé armonía en mis relaciones con Adán, pues cuando él deseaba tener relaciones sexuales conmigo, yo me sentía ofendida por la postura acostada que él me exigía. «¿Por qué he de acostarme debajo de ti? —preguntaba—: yo también fui hecha con polvo, y por lo tanto soy tu igual». Como Adán trató de obligarme a obedecer, encolerizada, me quejé a Dios del trato que Adan  me daba.

Cansada de que Dios no atendiera mis reivindicaciones, decidí abandonar el Paraíso, antes que someterme y renunciar a mí misma. Abandoné volando el Paraiso con unas alas que el mismo Dios me dió (de ahí mi gran semejanza con los súcubos).

Saliendo del Edén fui a dar a las orillas del Mar Rojo (hogar de muchos demonios). Allí me entregué a la lujuria con éstos, dando a luz a los lilim, fui llamada Madre de los Demonios, —esposa de Asmodeus, el Rey de los Demonios.

Adán, mientras tanto, halló que él lamentaba mi partida. Fue con Yahweh y expuso su caso pidiendo mi retorno. Yahweh concordó que una criatura del Edén no debería partir tan fácil del reino, y dispuso tres ángeles para recobrarme.

Cuando tres ángeles de Dios fueron a buscarme, me negué. El cielo me castigó haciendo que muriesen cien de mis hijos al día.



Yo, Lilith respondí que incluso esta suerte era mejor que regresar al Edén y a la sumición a Adán. Tan pronto como los Ángeles cumplieron su amenaza, también hice una terrible proclamación. En respuesta por el dolor inflingido, mataría a los hijos de Adán. Juré atacar a los niños, e incluso a sus madres, durante el nacimiento. Juré también que los recién nacidos estaban en peligro de ser objeto de mi ira, las niñas por veinte dias y los niños por ocho. No solo esto, sino que también atacaría a los hombres en su sueño, robándoles su sémen para dar nacimiento a más niños demonio, que reemplazarían a esos asesinados cada día.

Me gusta mucho el semen del hombre, y ando siempre al acecho de ver a dónde ha podido caer (generalmente en las sábanas). Todo el semen que no acaba en el único lugar consentido por Yavé, es decir, dentro de la matriz de la esposa, es mío: todo el semen que ha desperdiciado el hombre a lo largo de su vida, ya sea en sueños, o por vicio o adulterio. Te harás una idea de lo mucho que recibo: por eso estoy siempre preñada y no hago más que parir.

No he vuelto. No volveré… ¿Te vienes conmigo al lado oscuro?

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