sábado, 28 de mayo de 2011

VIAJE EN TREN

La maleta era pesada, grande. Siempre le ocurría igual. Total, la mayor parte de la ropa iba a volver a casa sin usarse, pero siempre tenía que meter… esa camisa, ese vestido… Por Dios, la próxima vez iba a llevar solamente la ropa interior y… poco más. Subirla al vagón le había costado, pero ahora, ponerla en el departamento de las maletas… Un golpe en su espalda interrumpió sus pensamientos. Una mano acudió rápida a impedir que la maleta se deslizara al suelo mientras un brazo rodeaba su cintura para impedir que se golpeara con las barras del depósito de equipajes.

Se volvió, algo torpemente. Sonrió al muchacho que estaba detrás de ella, sujetándola todavía por la cintura, mientras ponía la maleta en su sitio. 

-Gracias, muy amable – No pudo evitar abrir un poco demasiado los ojos al mirar al chico (caramba. ¡Cómo se desarrollaba la nueva generación!)

Escapando de unos ojos realmente llamativos, Lucía avanzó por el pasillo buscando su asiento, 6D… ahí estaba. Se estiró para poner su bolsa en el estante de encima de los asientos… Imposible. Si no se subía a la butaca no iba a ponerla correctamente en su sitio.

Una risa suave, un –“¿Me permites?- Mientras unas manos grandes le quitaban la bolsa de las manos para, simplemente, depositarla en su sitio sin ningún esfuerzo.

Otra vez el muchacho, otra vez esos ojos claros rodeados de pestañas largas y oscuras., otra vez esa sonrisa traviesa, esa voz ronca: - 6C. Creo que somos compañeros de viaje.

Lucía asintió sonriendo tontamente (¡¡¡por favor, cómo estaba el niño!!!) y se volvió para tomar asiento junto a la ventanilla mientras el tren empezaba a moverse. La inercia la envió justamente a los brazos del muchacho, que volvieron a cerrarse a su alrededor.

Los ojos del chico se clavaban en el amplio panorama de su escote y teniendo en cuenta que la apretaba bastante cerca de él, una parte de su anatomía le estaba demostrando que encontraba realmente agradable el paisaje.

Lucía se disculpó murmurando apenas lo torpe que era mientras se sentaba. El chico, sonriendo pícaramente se mantuvo de pie mirando, todavía desde un mejor ángulo, como los pezones se marcaban claramente a través de la camiseta escotada.

Lucía sacó su libro, esperaba que el chico se bajara pronto, estaba demasiado avergonzada para estar casi cinco horas sentada a su lado, pero por si acaso, se parapetó detrás de él como un seguro.

¡Demasiado fácil!

– Me llamo Sergio. ¿Qué estás leyendo? – La mano grande del muchacho se sobrepuso a la página de su libro.

-Lucía – La mano apretó fuerte la de ella. Caliente y seca era el tipo de apretón enérgico que le gustaba en un hombre. Obvió la respuesta, el libro era el último superventas, todo el mundo lo conocía.

Dos minutos más tarde parecían amigos de toda la vida. Inclinaban la cabeza, cerca el uno del otro hablando y riendo casi en susurros. Aún no habían salido de la zona industrial de Barcelona cuando Sergio dejó caer su mano encima de la rodilla que la falda, estrecha, había dejado al descubierto.

-Tienes la piel fría. El aire acondicionado está un poco fuerte- Mientras tanto dejaba caer su sudadera encima de las piernas de ella, subía el apoyabrazos central y la acercaba hacia él mientras sus ojos se clavaban en los de ella. Un tono rojo empezó a extenderse por el rostro de Lucía mientras su boca empezaba a secarse (tal vez porque la humedad se desplazaba rápidamente a otras partes de su cuerpo) Se rindió mientras la mano de él trepaba acariciante por su muslo y apoyó la cabeza en su hombro.

Los dedos de Sergio llegaron a la empapada unión de sus muslos y retiraron el encaje de su tanga para extender esa humedad por todo su sexo, introdujo uno en su interior resoplando levemente en su oído al notar el calor: -No hagas ruido, intenta no cambiar la cara-

¿No hacer ruido? ¿No cambiar la cara? Dos dedos se introducían firme y rítmicamente en su interior mientras el pulgar había encontrado el clítoris y lo frotaba en círculos produciéndole unas sensaciones que no creía ser capaz de notar en un sitio público y brillantemente iluminado. Mordió sus labios hasta notar el sabor de la sangre cuando un orgasmo de una intensidad increíble la sacudió haciendo a sus piernas tensarse y a su cerebro perder la conexión con la realidad. Riendo suavemente Sergio siguió jugando con su sexo, haciendo que el calor volviera a extenderse otra vez, más rápidamente, por todo su cuerpo, y que el orgasmo que había tenido rebotara en otro todavía más intenso.

-Levántate. Ve al servicio.- La voz de Sergio era ronca, áspera, mucho más profunda que unos minutos antes.

Lucía no podía pensar. Obedeció. Tenía que hacerlo… No podía dejar eso así… ¡Por Dios!Se tambaleó por el pasillo, rezando porque la gente pensara que su inestabilidad era debida al movimiento del tren. Cuando llegó al servicio Sergio se pegaba a su espalda, notaba claramente la dureza de su pene apoyado contra la parte alta de sus nalgas. 

Entraron juntos.


Las manos de Sergio parecían multiplicarse. Mientras su boca dejaba un rastro ardiente por el cuello de Lucía las manos profundizaron en su escote sacando los pechos fuera del sujetador, pellizcando los pezones erectos, subiendo la estrecha falda más arriba de las caderas, retirando el encaje del tanga, introduciéndose en su interior, apretando sus nalgas.

Lucía se giró en el estrecho cubículo. Sus manos desabrocharon el cinturón de Sergio, se dejó caer de rodillas, liberó el pene. (MMmm, sin ropa interior) y lo lamió con el mismo interés que pondría un gatito ante un plato de leche. Lo introdujo en su boca… despacio… saboreando la piel delicada, suave. Curvando la lengua alrededor de la cabeza de su pene, apretando los testículos con cuidado.

-¡¡¡SShhh!!! Despacio. No tenemos prisa. – La voz de Sergio, casi un susurro, se filtró a través de la niebla caliente que envolvía sus sentidos, mientras le ayudaba a levantarse del suelo.



Cogiéndola de la cintura la sentó el el lavabo, mirando sus pechos, despacio, descendió hasta tomar un pezón en su boca, mientras pellizcaba y tiraba del otro con sus dedos. Su lengua (maravillosa) lamió perezosamente un rastro entre los dos pechos y subió hasta mordisquear su clavícula mientras de un solo golpe se introducía en su interior. Una, dos, tres… La tensión en Lucía crecía acercándola de nuevo al borde cuando Sergio salió de su interior y le dió la vuelta.

Despacio, tentativamente, la punta de su pene se introdujo entre sus nalgas. Una voz suave, un simple ronroneo en su oreja mientras la lengua se introducía en ella - ¿Mmm? ¿Si? ¿No?

¡Oh si! Como fuera… sin problemas… sus nalgas se apretaron contra él en respuesta.



Despacio, llenándola por completo, se introdujo en su interior mientras sus manos empezaban a jugar de nuevo con su clítoris, a introducir sus dedos en su vagina, empujando a la vez llevándola mucho más lejos de lo que había llegado hasta el momento. Mordió sus labios, apagando los gritos que intentaban escapar por ellos, mientras Sergio seguía entrando una y otra vez en ella, mordiendo su cuello, como un gato con su hembra, sofocando así también los sonidos de una cópula salvaje, hasta un orgasmo que hizo que las rodillas de los dos se doblaran apoyándose en las paredes del estrecho cubículo.

Con una sonrisa perezosa, los ojos entrecerrados, Sergio metió los pechos de Lucía dentro del sostén. Mientras ella bajaba su falda, componía (en lo posible) su peinado en el espejo, el volvió a subir el pantalón y abrocharse el cinturón, se agachó a recoger el tanga descartado, y a meterlo en su bolsillo musitando un “NO” ante la mano tendida de ella.

Nadie parecía haber notado su falta cuando volvieron al asiento, pero habían estado un largo rato fuera. Sergio se inclinó hacia ella y musitó en su oído: - Guardaré tu tanga… huele a ti. Pasó la lengua delicadamente por el borde de su oreja y se levantó. Llegaban a su estación, ella continuaba viaje.

Sergio bajó del tren y se volvió a la ventanilla. Un guiño malicioso y un beso volado.

Los nuevos pasajeros subían al tren, algunos al pasar la miraban, la veían… Lucía se sentía guapa, se sabía guapa. Sabía lo que parecía: una mujer a la que le han hecho el amor Y QUE LO HABÍA DISFRUTADO

1 comentario:

  1. Realmente excitante, asi da gusto ir en tren ;)

    Saludos ^^

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